4 plegarias a la Tierra, de Carmelo Urso
Reflexiones para salvar al planeta
Plegarias a la tierra son una serie de plegarias de Carmelo Urso, a partir de profundas reflexiones, en las que clama por la salvación del planeta de los errores humanos. Incluye las siguientes: Plegaria a la Madre Tierra, Plegaria a la Diosa Madre, Plegaria del Reino que abarca a todos los Cielos y Plegaria en nombre del Amor.
Plegaria a la Madre Tierra
Madre Tierra
Frágil gema de mar y nube
Mi patria chica en el inmenso Universo
¿A dónde iré si enveneno tu brisa,
Enturbio y deseco tus ríos,
Acallo al grajo, aniquilo al águila
Y extingo a las aves del viento?
Madre de todas las madres,
Celeste joya hecha de bosque y océano
Me arrullas en tu seno
Aunque vicie tu oxígeno, extenúe tu ozono,
Y emponzoñe la piel de tus cielos
Tu Amor incondicional me bendice
Aunque diluya tus hielos milenarios,
Intoxique tus costas, tus cauces,
Arrase tus torrentes, tus corales
Madre de la anguila, la hormiga,
El toro, la ballena, el plancton, la bacteria
Madre de todos mis hermanos, mis hermanas
¿En qué momento erré la vía y me perdí?
¿En qué instante blandí mis armas
Para inflingirte tanto feroz holocausto,
Tanto rapaz genocidio?
A diario, Madre –y sin saber por qué-
Reprimo el canto del canario, ahogo el trinar del tordo,
Extermino tanta Vida irremplazable
Y atesto con urbes las selvas ausentes
Madre de todas las madres,
Madre mía, Madre azul, Madre Tierra,
Concédeme tu lucidez, confiéreme tu sobriedad
Dótame con tu armonía, tu equilibrio
Devuélvele la Paz a tu Hijo, a tu Hija
Que hoy te ama con locura
Pero anhela amarte con candor, templanza,
Gratitud, inteligencia.
Redímeme, Madre de todos los seres,
Auxíliame con tu sabiduría antiquísima,
Tu intuición sagrada, ancestral; tu perdón perfecto, natural;
¡Que mi conciencia y la Tuya
Sean siempre un mismo, indivisible caudal!
Oh, Madre mía; oh, Madre Tierra
Plegaria a la Diosa Madre
Amado Dios
Aunque siempre te llamé Padre
Sé que –ante todo-
Eres mi Madre
Eterna Dadora de Vida
Para quien en ti se sostiene
Cada instante es un presente
Que rebosa de infinitas bendiciones
Vasta Hacedora de Universos
Tú formaste mis entrañas
Y en cada fibra de mi Ser
Descubro Tu más amorosa herencia,
Tu más sagrado legado
Diosa y Madre
En Tu Luz, no hay oscuridad que me cubra,
Ni sombras que me enceguezcan
Madre y Diosa,
En Tu Presencia, anhelo ser la gota que se diluye en el Océano
La roca que la caricia del mar
En incontable arena desmenuza
La huella que de la arena se esfuma
Bajo el sudario de espuma de la mar
Tu Amor incondicional
Transforma en dulce miel la hiel de mis pesares
Convierte en fértil huerta la tierra más baldía
Mis temores sosiega, mis congojas consuela
De mi mente evapora todo rocío de agonía
Bajo tu protección
A ningún problema o tribulación temo
Tú eres la alta cumbre –nívea y protectora-
Que de toda angustia me guarda, de toda inquietud me escuda
Madre inmortal –a quien también llamo Padre-
Dios único que a todos nos integra
Incapaz de forjar infiernos que quebranten a sus Hijos
Bendíceme con Tu bálsamo de Paz
Arrúllame en la perpetua quietud de tu vientre universal
Y concíbeme en la impecable Luz de Tu Vida eterna, Amén.
Plegaria del Reino que abarca a todos los Cielos
Soy Dios y Diosa
Tu Diosa y Tu Dios
Ajeno a tus fatuos límites, tus vanas creencias, tus frívolas fronteras
Pues Yo mismo Soy ilimitado, irrefrenable, indivisible
Soy Diosa y Dios, Tu Dios y Tu Diosa
Ajena a géneros, sexos, códigos éticos, viejas reglas
Libre de irreconciliables dualismos, del todo exenta de velos o misterios
En Mi perpetua matriz fructifica
Todo Cosmos perdurable, toda sensualidad concebible
Y gustosa rasgo todo velo, develo todo misterio,
Cada dualidad equilibro, cualquier ética trasciendo
Soy Dios e Hijo, Hija y Diosa
Ajeno a apodos ilustres, alias milenarios, motes sagrados
Aún así, me atribuyes nombres tan efímeros
Como gotas de rocío
Que tenues caen desde hojas mecidas por el viento
Y gustosas se dan de beber al raudo torrente de Mi cauce
Y sin embargo,
Apódame con afecto y aliviaré tus pesares
Nómbrame con dulzura y te socorreré en la hora adversa
Que Tu mente y la Mía se fundan en la más áurea Alianza
Y de infinita Luz enjoyaré cada uno de Tus pensamientos
Soy Diosa e Hija, Hijo y Dios; Soy la Amada y el Amante
La mejilla y la caricia; el vino y la barrica que lo madura;
Soy el ojo que mira al abismo y el abismo que cautiva a todas las miradas
Soy el Padre que halla placer en Ser Madre
Y la Madre fecundada por el Padre que Ella misma Es
Hija, Hijo: Tú eres Mi Reino de los Cielos
Al que nunca he abandonado, al que jamás defraudaré
Y Tú eres el Cielo en el que se asienta Mi Reino
Mi Hijo impecablemente ungido, Mi Hija eternamente bienamada
Único, Única habitante
De este Cielo que abarca todos los Reinos,
De este Reino que abarca todos los Cielos,
Amén
Plegaria en nombre del Amor
Soy tu Dios, tu Diosa,
El Cielo de Tu Reino, el Reino de Tu Cielo
Y Mi Poder –idéntico al Tuyo,
Amado, Amada Mía-
Hace brotar luminosas espigas de esperanza
En prados de la más turbia incertidumbre
Apacigua tormentas, amaina borrascas
Corta el terco, necio yugo; ¡limpia y sana cada llaga!
¿Por qué, entonces,
En Mi nombre
Abates a diario al indefenso que clama por clemencia
Calcinas la tierra que te bendice con grata flor y fruto
Despueblas patrias
Y al Amor deshabitas de su más íntima inocencia?
¿Por qué en Mi Nombre,
Que es también el Tuyo,
Suprimes al ave cuyo trinar es gozo,
Sutil ser cuyo gozo es gorjear
Y de viudas siembras al mundo con la cruenta guerra que es tu arar?
A Tu hermana ultrajas, a Tu hermano masacras
Porque rebosan sus plegarias
De nombres que ofenden a Tu oído
Que en mi oído resuenan iguales a Tu nombre y a todos los nombres
Pues siempre fueron y serán idénticos al Mío
Te imploro: No mates más en Mi Nombre,
No extingas más en Mi Nombre
No invoques más Mi Nombre para afligir y apesadumbrar
Pues no hay poder en la fuerza que mutila y enluta
Necesita vejar y envilecer para encubrir su flaqueza,
Para en la Noche del Alma su debilidad ocultar
¡Sólo el Amor es fuerte!
¡El Amor invicto, indivisible! ¡El infinito Amor que es Uno!
Y si Me fuese dado elegir tan sólo Uno entre Tus infinitos nombres,
Amado, Amada Mía
Por éste –sin duda- optaría:
Amor… ¡Imperecedero Amor!
Amén
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