El liderazgo motivador como actitud
Orden, salud y trabajo, las bases del buen liderazgo
El estilo en la configuración del directivo ideal ha cambiado en los últimos años. De hecho, la imagen del líder autoritario, intocable e incuestionable ha pasado a mejor vida a favor del jefe comprensivo, comprometido e implicado emocionalmente con sus..
El estilo en la configuración del directivo ideal ha cambiado en los últimos años. De hecho, la imagen del líder autoritario, intocable e incuestionable ha pasado a mejor vida a favor del jefe comprensivo, comprometido e implicado emocionalmente con sus subordinados.
La nueva inteligencia emocional rige los destinos del nuevo estilo de liderazgo empresarial. Los códigos rígidos de conducta, las reglas y normas inquebrantables han dado paso al protagonismo del individuo por encima de otras consideraciones. De esta forma, las emociones se muestran realmente decisivas a la hora de optimizar los resultados, tanto del empleado individualmente como del área en que trabaja y, finalmente, de toda la empresa.
El primer requisito que debe cumplir el líder es el compromiso con su colectivo. En el caso concreto de una empresa, dicho compromiso cobra sentido sólo si realmente se cree en lo que se hace, esto es, si existe un convencimiento real de que el producto o servicio que se ofrece es bueno. En este sentido, el plano social de la actividad que se desarrolla cobra cierta relevancia. Si no estamos convencidos de que el producto que estamos "vendiendo" es el mejor o, al menos, aporta beneficio a quien lo consume, será difícil que logremos un grado óptimo de implicación por parte de nuestros empleados.
En otro orden, las relaciones del líder con su equipo deben contemplar de forma inequívoca aspectos emocionales y no sólo operativos o intelectuales. Crear un clima de complicidad entre unos y otros, sin que por ello se caiga en el desorden, es vital para lograr una integración realmente útil de los componentes del equipo entre sí y con su líder. En este apartado, la potenciación de la competitividad entre compañeros ha demostrado ser contraproducente, ya que el trabajo en equipo permite aportar una mayor riqueza de aptitudes tanto individualmente como colectivamente.
Por último, la imagen del directivo infalible y que he llegado a la cima ya no existe. El crecimiento del líder no debe tener fin, y en este contexto de interrelación, sus subordinados tienen también un protagonismo. Para el líder es vital aprender de su equipo como para el equipo aprender de él, en un círculo de reciprocidad cognoscitiva.
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