La psicología positiva y el liderazgo
Los escalafones del liderazgo: ¿Dónde se encuentra usted?
En Estados Unidos está causando furor la psicología positiva, como nueva forma de entender la mente. Básicamente esta nueva ciencia trata de trabajar los aciertos y valores positivos de la mente, en vez de tratar sus dolencias o valores negativos.
Si entendemos la realidad social norteamericana como una comunidad tremendamente heterogénea y de muy dispares credos, culturas y estilos de vida, quizás podamos comprender en toda su extensión la profusión de convencionalismos de índole cultural, social e incluso existencial.
En este particular contexto no ha de extrañar que triunfe como lo está haciendo la psicología positiva, llevada a un terreno tan específico como terapias que, por ejemplo, establecen un número de buenas acciones por semana para alcanzar una mejor salud mental y emocional.
Y es que uno de los conceptos en los que esta nueva ciencia basa sus argumentos es la solidaridad. Con dicho concepto como criterio evaluador, se establece una serie de estadios o peldaños. En esta especie de pirámide, la base la formarían personas que sólo se ayudan a sí mismos, seguidos en el primer escalón por los que sólo se permiten pequeñas limosnas por compromiso a los pobres de la calle, y así hasta llegar a la cúspide, formada por aquellos cuyas acciones solidarias no buscan nada a cambio. Éstas últimas personificarían el espíritu altruista en estado puro.
Investigaciones recientes parecen confirmar la relación directa entre la solidaridad desinteresada o altruista y el logro de lo que entendemos como felicidad. Según las conclusiones de estos estudios, el desarrollo personal exitoso no radica en una escalada profesional o social de forma hermética, sino en una interrelación con el prójimo basada en la solidaridad, relación que, finalmente, otorgan a quien la practican mayor nivel de satisfacción.
Por otra parte, el comportamiento altruista ofrece una visión bien diferente de las metas y los logros, provocando que se diluyan aspectos materiales y se potencien otros de índole emocional. En este plano, el nivel de exigencia es mucho menor, al depender más de factores internos que externos, lo que indudablemente contribuye enormemente a alcanzar una felicidad más prolongada, más cotidiana y no tan efímera, breve e irreal como la alcanzada mediante valores materiales.
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