Testimonio: cómo superar los problemas con positivismo
Superar las pruebas. La historia de Margarita Lalor Cavanagh y su mensaje.
La resiliencia es la capacidad que tienen ciertos metales para resistir altas temperaturas. El término, aplicado al ser humano, significa la facultad que tienen algunas personas de salir adelante ante la adversidad...
(Margarita a Susana Reinoso)
La resiliencia es la capacidad que tienen ciertos metales para resistir altas temperaturas. El término, aplicado al ser humano, significa la facultad que tienen algunas personas de salir adelante ante la adversidad. La vida siempre nos depara sorpresas: algunas hermosas y otras horribles. De esas que para algunos son dignas de olvido e implican la “muerte en vida”, de su dureza y perversidad se puede rescatar una parte bella porque a partir del dolor se aprende, se descubre, se cambia, se desafía…se puede. El mundo nos da múltiples ejemplos. Grandes personalidades y seres anónimos que a partir del dolor mutaron sus conceptos, sus ideales y se sorprendieron a sí mismos en otra actitud ante el gran misterio de la Creación. Un ejemplo que nos toca de cerca es el de Margarita Lalor Cavanagh. En “Se puede” y “Amo la vida”, dos de sus libros, Margarita nos da clases de resiliencia.
Desde un sitio de Internet, la gran herramienta de este siglo, una página dedicada a Margarita da luz y esperanza e invita a releer sus textos y descubrir como en la flor la belleza de la simpleza y a su vez la grandeza de sus mensajes. Ella pudo descubrir la belleza en el dolor de la enfermedad, combatirla y ganarle. Transformó lágrimas de tristeza en sonrisas y, al mismo tiempo, regaló su vitalidad a quienes la conocieron.
Su vida cambió cuando le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amioatrófica (ELA), una enfermedad neuromuscular crónica, progresiva y generalmente terminal. “ Tenía 22 años y me pregunté: “¿Por qué a mí?” y un sacerdote muy sabio me respondió “¿Por qué a usted no?” Sabemos que en la vida hay enfermedades, desgracias, gente a la que le toca sufrir algo invisible. Hay personas que llevan un dolor grande o sufren de soledad. Acepté mi cruz y sólo la aceptación me trajo paz. La paz aclara la mente y uno puede luchar con más fuerza. De este modo aprendí a valorar lo bueno que tiene la vida. Decidí no tener lástima de mí misma. Salió a relucir mi espíritu guerrero: para hacerle honor a mis ancestros pelearía hasta el final”, contó Margarita en su autobiografía.
Elegir ser positivo y amar la vida
“Decidí no tener lástima de mí misma”, detalló Margarita, descendiente de uno de los apellidos más ilustres de la Pampa Húmeda, unido al esplendor del polo. Si bien nació en Buenos Aires, el 25 de julio de 1946, segunda hija de una familia de cinco hermanos, “tres mujeres y dos varones, de ascendencia irlandesa y fervientes católicos”, la infancia feliz transcurrió en estas tierras. Se recibió de Bachiller en el Colegio del Sagrado Corazón y de Maestra Catequista. “Dibujaba bastante bien, tenía marcada facilidad para los idiomas, trabajé y ahorré para conocer el mundo, seguí cursos de Historia del Arte, amé siempre el campo, estaba de novia. Corría el año 1968 y empezaron los problemas de salud. Era desesperante: día a día iba perdiendo fuerzas: ahora la mano izquierda, el habla y un pié. No lo podía creer”, se lee en la página.
A partir de allí la fórmula consistió en “Coraje y adelante”. Margarita se aferró a la vida y cómo…”Haría lo imposible por seguir viviendo. Tenía tantos motivos para y por los cuales vibrar y existir. Tantas asignaturas pendientes… Lo mejor fue comprender cuál era mi camino. Allí se acabaron mis luchas internas, mi rebeldía, y comencé a pensar en positivo. Uno puede ser feliz cuando siente que está cumpliendo la voluntad de Dios”, sostuvo al contar su experiencia.
“La enfermedad permitió que después de la negra noche conociera la Verdadera Alegría”, escribió en “La alegría de Dios”.
Poco a poco, la enfermedad la fue limitando, con la excepción de su pie derecho. ¿Se puede? Sí, se puede. Con una computadora adaptada a sus necesidades, conectada a un pedal que activaba un sensor en la pantalla, durante tres meses, y a razón de catorce horas diarias, escribió su vida.
"Una vez que comencé ya no podía parar. Las palabras me brotaban como una catarata. Desde 1971 no había vuelto a escribir. La computadora fue como abrir una vía de escape a un intelecto que estaba preso. Así pude volver a comunicarme con los demás", le confió a Susana Reinoso en “La Nación”.
“Soy la autora de un libro totalmente atípico, indigno de un Ortega y Gasset, y pienso que la Real Academia Española tampoco lo aprobaría por el uso impropio del idioma castellano. Fue escrito con el corazón y, creo, llegó al corazón. Su contenido es de "alto voltaje" emocional. En él sencillamente cuento cómo, por qué, y a pesar de 30 años de enfermedad, aprendí a aceptar la voluntad de Dios y ser feliz”, sostuvo durante un discurso en la presentación de su libro.
Qué es el ser positivo
Pensar en resiliencia es pensar en los elementos positivos que tenemos todos los seres humanos, aún aquellos que están en las peores condiciones de vida imaginables. Se trata de encontrar los elementos positivos de cada persona para modificar determinada situación y transformarla; implica un concepto dinámico, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Margarita descubrió el lado positivo de su destino. Obviamente no fue de un día para otro e implicó luchas internas pero lo halló y entonces la existencia cobró sentido porque “la vida sin sentido es un desperdicio y no vale la pena vivirla”, como señaló en uno de sus discursos.
El 29 de septiembre de 1999 obtuvo el premio “Sentido de la Vida”. Para entonces, continuaba con sus estudios de Historia del Arte y había relegado los del traductorado de Inglés.
Soñaba con ser pintora. No pintó más telas pero sus pinceladas impregnaron de color los corazones de quienes la conocieron personalmente y de quienes la amaron a partir de sus textos. El 9 de junio del 2005 abandonó la tierra pero aún sigue pincelando los corazones.
Superar la enfermedad con positivismo
En octubre de 1998, Margarita publicó su libro “Se puede”. Allí describió sin amarguras ni resentimientos todos los pormenores de su tragedia personal. En uno de los tramos más dolorosos, cuenta que mucho antes que se le diagnosticara la enfermedad, como toda jovencita, deseaba bajar unos cuantos kilos. Había intentado toda clase de regímenes y dietas con resultados satisfactorios. "Un especialista en obesidad, enseñándome a comer consiguió que bajara 14 kilos. Pero me faltaban 17 para llegar a la figura ideal", confesó. Luego de un tratamiento estricto a base exclusivamente de bebidas, logró que el espejo reflejara la imagen exterior deseada. Su sistema inmunológico quedó destruido y el deterioro físico fue inevitable. Después de un año de diagnósticos erráticos y tratamientos infructuosos, los médicos descubrieron que padecía ELA.
La enfermedad es neurodegenerativa y lentamente genera debilidad muscular, discapacidad y severas complicaciones. Comprende el grupo de las enfermedades de la neurona motora. Es cruel pero a Margarita no la doblegó.
Fragmento del "Testamento Espiritual"
“Hay algo que me gustaría aclarar: Amo la vida. Y cada minuto que pasa es un maravilloso regalo de Dios.
Y a pesar de los que he pasado, de los “bajones”, de las “pálidas”, de los vaivenes, de las euforias, de los momentos feos y momentos felices, los “gozos y las sombras”, los alegrones y las tristezas, estoy convencida de que vale la pena vivirla.
Y cada día, cuando me despierto, agradezco a Dios la vida que me dio, y la que me permitió seguir viviendo.
Le agradezco también:
Porque viví largos años de independencia, pero ahora tengo de quién depender.
Por mis dos pies, con los cuales antes bailaba, caminaba y corría; ahora con el izquierdo escribo, y con el derecho hablo por teléfono.
Porque conservo mi sentido del humor intacto y el sufrimiento no me amargó el carácter.
Aún veo el lado gracioso de algunas situaciones y puedo reírme de un buen chiste.
Porque leo todo sin anteojos.
Porque puedo ver las maravillas de la naturaleza, percibo y asimilo ideas, comportamientos, mensajes no escritos.
Porque aprecio un buen dibujo, aunque ya no dibujo más.
Porque puedo gozar con los colores, aunque ya no pinte más”
(Fragmento de Testamento Espiritual).
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