La felicidad: en busca de lo que ya es nuestro
Conquista de la felicidad
¿Somos felices? ¿O nos pasamos la mayor parte de nuestros días buscando algo… algo nuevo, algo más interesante, algo que nos permita, quizás por primera vez en nuestras vidas, descansar y gozar de nuestra experiencia sin tener que dudar de nuestras...
¿Somos felices? ¿O nos pasamos la mayor parte de nuestros días buscando algo… algo nuevo, algo más interesante, algo que nos permita, quizás por primera vez en nuestras vidas, descansar y gozar de nuestra experiencia sin tener que dudar de nuestras acciones y de nosotros mismos?
Mucha gente busca la felicidad, pero poca gente es realmente feliz. ¿Será porque es algo tan difícil de encontrar que se descubre solamente por un par de afortunados? ¿Y los que lo consiguen? ¿Lo tienen por suerte, o se lo ganan gracias a sus esfuerzos?
Cómo conseguir la felicidad
Quizás la pregunta más básica que podemos formular en respeto a la felicidad es: ¿Cómo puedo obtenerla? Ésta pregunta es interesante, porque da por hecho que la felicidad es algo externo, algo que requiere esfuerzo para conseguir.
Entonces empezamos el gran viaje de nuestras vidas, buscando las cosas que creemos que nos traerán paz, alegría, comodidad. Quizás si juntamos suficientes factores positivos, podremos combinarlos y, como en una fórmula matemática, obtener el resultado que deseamos.
Pero a lo largo de la vida vamos comprobando una y otra vez que tal método no da resultado, y cada vez que fallamos perdemos un poco de fe en nuestra habilidad de afectar a nuestro entorno y de sembrar las condiciones necesarias para que pueda florecer nuestra alegría.
Volvamos a la pregunta: ¿Cómo puedo obtener la felicidad? Nuestros padres nos aseguran que si conseguimos una base estable, mediante estudios, trabajo y familia, estaremos bien situados para encontrarla.
La iglesia nos dice que a través de nuestra fe en un dios, algún día llegaremos a conocer la felicidad. Quizás no en ésta vida, pero algún día nos llevaremos la recompensa más valiosa de todas: un paraíso en el cielo.
Eso sí: si aceptamos por completo la idea de que como individuos, somos insignificantes ante la voluntad de un ser omnipotente. No tenemos control, lo mejor es que nos sublevemos por completo, ya no somos responsables de nuestras vidas.
La televisión nos dice que la felicidad es un producto directo de nuestra destreza a la hora de consumir.
¿Y a quien vamos a creer cuando nos vamos de casa, salimos de misa, apagamos la tele? Cuando las voces externas caen al silencio, y sus ecos se pelean en el campo de nuestras mentes, ¿qué conclusión podemos sacar? En estos momentos, solo sabemos una cosa: que estamos confusos.
Sabemos que no experimentamos la vida feliz que deseamos. La felicidad es algo que demasiadas veces nos elude, que no está suficientemente presente en nuestras vidas.
Es natural que intentemos aumentar nuestra alegría, vivir una vida más feliz. Pero he aquí donde mucha gente comete el error de montarse en un circuito que ni acaba, ni rinde, porque la felicidad no es algo que se puede adquirir.
Y éste es el problema central: el hábito de buscar la felicidad externamente. Como cualquier hábito, la inercia se va acumulando a través de los años, y una vez que empezamos es increíblemente difícil parar. Y cuanto más tiempo pasa, más difícil se nos hace admitir que usamos un método inútil de aumentar nuestra felicidad.
La felicidad es nuestro estado natural. Si falta felicidad, es porque estamos añadiendo algo artificial al proceso de vivir en este planeta como ser humano. Ese algo es la necesidad de encontrar algo, convertirnos en algo que no somos, rechazar nuestra intuición y nuestros impulsos naturales a favor de reglas artificiales que nos imponemos, gracias a la presión de nuestra sociedad.
Ser, simplemente ser, existir, experimentar la vida en directo… es una experiencia tremendamente bella. Nos la perdemos porque nos metemos demasiado en nuestra cabeza, pasamos demasiado tiempo pensando en las cosas y no nos zambullimos plenamente en el momento.
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