La voluntad, puente entre Inteligencia y Emotividad
Fortalecer la voluntad
Los dos pilares de la personalidad humana son la inteligencia y la afectividad. En unos hombres predomina el primer aspecto y son fundamentalmente racionales. Otros, por el contrario, son más afectivos y sentimentales.
Inteligencia y emotividad forman parte de la personalidad de cada individuo, como nos enseña la Inteligencia Emocional; sin embargo, unas personas destacan por resaltar más la cualidad de la inteligencia mientras que otros hacen lo propio con la emotividad.
En aquellas personas en las que predomina la inteligencia, el aspecto racional prepondera, mientras que aquellas otras que son más afectivas suelen ser emocionalmente más sensibles e intuitivas, según los dictados de la Inteligencia Emocional.
La psicología es la encargada de definir el resto de estadios intermedios (entre el escalón de la inteligencia y el emocional). Así, la voluntad se puede considerar como el puente entre la inteligencia y la emoción y la que dotaría de un determinado carácter a cada persona; esto es, una persona con una gran inteligencia y una voluntad débil, difícilmente alcanzará los objetivos que se ha propuesto en la vida, llevando una existencia irregular, desequilibrada e insegura. Por el contrario, un hombre con una inteligencia mediana pero que destaca por una voluntad enérgica podrá llevar una vida equilibrada, ordenada y disciplinada, que le permitirá alcanzar, en mayor medida, sus metas.
Varios trabajos sobre inteligencia emocional en la educación ponen de manifiesto que reforzar la motivación (fuerza de voluntad) es más importante que estimular la inteligencia; además inciden en la importancia de potenciar las motivaciones internas de manera que el alumno llegue por sí solo a la conclusión de que estudiar es lo fundamental.
Como señala el psicólogo conductista Skinner, para fortalecer la voluntad es conveniente seguir una estrategia de "pequeños vencimientos: cumplir la obligación aunque no se tengan ganas; cumplir los deberes diarios aunque no apetezca hacerlos; negarse algún pequeño capricho para ser dueños de sí mismo". Para ello, es fundamental adquirir hábitos cotidianos basados en el cumplimiento de horarios, en ser ordenado, planificado y organizado, además de poner empeño en ejecutar las tareas, aceptar las contrariedades y ser tolerante con las frustraciones. Todos ellos son hábitos de conducta que fortalecen la voluntad y forman al hombre dueño de sí mismo, que aleja a los jóvenes de otras tentaciones de la sociedad actual (alcohol, drogas .), según el experto.
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