¿Cómo es una persona inmadura?
Personalidad inmadura
El conocimiento del cerebro y de las conductas de las personas son algunas de las facetas menos conocidas y más complicadas de esclarecer del psicoanálisis, por los escasos estudios que existen sobre el particular...
El conocimiento del cerebro y de las conductas de las personas son algunas de las facetas menos conocidas y más complicadas de esclarecer del psicoanálisis, por los escasos estudios que existen sobre el particular.
Así, la personalidad es la suma de todas las pautas de conducta actuales y potenciales determinadas por la herencia, el ambiente y la experiencia de la vida, en sentido individual y en la dirección de su aporte al desarrollo de nuestra personalidad que, a la postre, se constituye como el sello específico y distintivo de cada persona, en sentido individual. De esta forma, la personalidad es una organización dinámica en la que confluyen aspectos físicos, psicológicos, sociales y culturales.
Así, normalmente, asociamos inmadurez con una persona que está por hacer, que está incompleta, que no está bien acabada y que tiene muchos aspectos negativos que habría que pulir, pero que puede cambiar y mejorar para convertirse en una persona más sólida.
Los síntomas de una persona inmadura se encontrarían en un desfase entre la edad cronológica y la mental. Por otra parte, también existe un desconocimiento absoluto de uno mismo, cuando un síntoma evidente de madurez es precisamente saber cómo es cada uno, o como se es, sin más. También el inmaduro demuestra inestabilidad emocional ante ciertas situaciones, con cambios repentinos de humor no justificados y se caracteriza por su falta de responsabilidad ante los problemas. Su variabilidad es síntoma de inmadurez puesto que lleva de cráneo al resto de los mortales que cohabitan con él. Esta fragilidad mudable es una nota muy característica del inmaduro.
Normalmente, la persona inmadura suele carecer de un proyecto social de futuro, no posee soporte afectivo sólido y suele desbancarse de los demás en el terreno intelectual, por una cuestión de inadaptabilidad o de falta de inteligencia emocional perceptiva.
Por último, destaca el rasgo de una voluntad débil, frágil y voluble además de carecer de una moral práctica, útil, razonada y razonable que guíe sus pasos como animal social, lo que no favorece la creación de un espíritu crítico y por tanto sujeto a vaivenes emocionales inestables y siempre cambiantes.
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